Las neuronas se ensucian al usarlas, Diego Leyra ha sido toda su vida un desastre. Ya en la madurez pone un despacho de detective privado, para ir tirando y rehacerse del fallecimiento de su última pareja sentimental, muerta en un extraño accidente que él cree fue provocado. Una clienta le encarga que encuentre a un hombre. Y lo que parece un encargo rutinario se va complicando, transformándose en una especie de realidad paralela que altera por completo la vida de Diego a través de la relación -no sólo profesional- con la mujer que lo ha contratado. Tan intensa relación, más lo que va averiguando, inquieta al detective, cada vez más convencido de que algo se le oculta, siendo víctima de un engaño. Y lo peor es que con cada duda que resuelve, cada engaño que desve la, abre paso a otro misterio mayor, al límite de lo increíble. El itinerario de Diego para resolver el enigma lo lleva a un peculiar viaje a su pasado; a los recuerdos, hechos y sentimientos que lo hicieron persona. Al tiempo que, con la misteriosa mujer, emprende una desquiciada huida hacia adelante, en busca de la paz que se les niega, sorteando varios cadáveres e intentando no ser uno más de ellos. A lo largo de toda la historia, una duda nos asalta: ¿todo lo que sucede lo causan los personajes, o alguien lo está causando para que les suceda? ¿Acaso es así la vida de los humanos: somos sólo personajes de un complejo juego, al que alguien está jugando?