La obra a cuya lectura le invitamos, no es la biografía -más o menos apasionante- de una de las figuras más prestigiosas y veteranas en el campo de la medicina y la psiquiatría forense de nuestros días. A lo largo de las páginas de Autopsia de mi vida el lector no sólo va a conocer los entresijos de una de las profesiones tan apasionantes como poco conocidas, a caballo entre la ciencia y la investigación policial, sino que va a encontrar planteadas cuestiones que, por su índole y su implicación, son profundamente rechazadas por el sujeto humano.
Efectivamente, lo que revelan estas páginas es que las más nobles virtudes reposan sobre las más bajas pasiones. Esto es: el crimen, tanto como la mentira, son intrínsecos a la condición humana, o con más claridad si cabe, que el sujeto humano es la consecuencia de un crimen; verdad estructural rechazada tanto por la culpabilidad como por el horror que despiertan en el sujeto.
Autopsia de mi vida, entonces, es más que una biografía. Es ante todo una pregunta formulada por uno de los máximos exponentes en la materia que, atravesando la concreción objetiva, apunta a la condición humana, a su compleja estructura, y a su paradojal funcionamiento. Interrogante éste que habla de dos fantasmas que azoran y perturban al sujeto humano: la muerte y la locura, y que no cesan de revelar el aciago destino de un sujeto frágil y caduco cuyo deseo, recortado por una ley simbólica, transita por sinuosos desfiladeros que dejan entrever, allende la conciencia, un terreno -el Goce- incierto y prohibido, poblado de secretas fuerzas. Vasta estepa donde transita el silencioso e ineludible 1hanatos, con su ciega exigencia de satisfacción, pero también habitada por los "oscuros dioses" a cuyos designios el sujeto a duras penas se libra.
Su lúcida carrera académica y una nutrida experiencia profesional acumulada a lo largo de más de medio siglo (más de 4000 cadáveres diseccionados y más de 1000 entrevistas a asesinos avalan su excepcional pericia), su insaciable curiosidad tanto como una inusitada capacidad de observación, así como una gran erudición, han curtido una personalidad profundamente humana sino que destilan una de las principales autoridades de nuestro siglo en un controvertido terreno siempre limítrofe con la locura la muerte.