Los obispos que salen en este ensayo avizoraron la vida de Castilla y sus gentes en profundidad máxima, entrando en la entraña y corazón de aquellas tierras y campos. Se dejaron morder por el pueblo -su pueblo-, realizando junto con ellos un proceso de participación fundamental. Fueron educadores y pedagogos a través del método esencial de la revisión de vida: mirando a los ojos a sus vecinos, reflexionando con ellos y actuando juntos. Y aquello fructificó en lo que conocemos como el espíritu de Villagarcía de Campos. Es gratificante ver en el libro cómo se nos presenta una pastoral liberadora a partir del final del concilio Vaticano II,
entendiéndose la fe como praxis que liberaliza y también como crítica constructiva y a la vez práctica transformadora de la realidad. Aparecen media docena de obispos proféticos volcados en el proceso histórico desde la perspectiva del éxodo y una fe encarnada y vivenciada en los rasgos del Siervo, donde se tiene en cuenta la esperanza del pueblo el cual proyecta las denuncias ante las injusticias. La lectura del libro, querido y admirado lector, nos hará bien en estos 40 años de reconocimiento a favor de nuestra Constitución. La Pastoral de Conjunto coadyuvó al advenimiento de aquellos inicios de democracia, incorporando a la
Iglesia, con sus obispos al frente. Y esta realidad, no la debemos olvidar en esta memoria amable de la historia e intrahistoria de España, en esta hora, donde tan necesario es tener referencias, para seguir las huellas del obrero de Nazaret.