En el volumen que el lector afanosamente sostiene en sus manos se incluyen tres piezas dramáticas de Federico González Frías, tres piezas dramáticas tres: El Tesoro de Valls, En el tren y Lunas indefinidas.
El autor, reconocido simbólogo, no sólo es artífice de una obra narrativa interesantísima, con novelas como Jauja, Defensa de Montjuíc por las donas de Barcelona o El libro del secreto (todas ellas publicadas por nuestra editarial en la colección Marginalia), sino que también creó el Programa Agartha -Introducción a la ciencia sagrada- (véase el nº 25-26 de la revista Symbolos , 2003), así como ensayos donde pone de manifiesto la permanencia de la Tradición Unánime, citaremos entre ellos como muestra: Las
utopías renacentistas (Editorial Kier; Buenos Aires, 2004), El simbolismo precolombino (Editorial Kier; Buenos Aires, 2003), Simbolismo y arte (Libros dellnnombrable, Zaragoza, 2004), etc. No pasaremos por alto su obra poética- alquímica En el vientre de la ballena (Ediciones Obelisco, Barcelona, 1990): una de las más certeras incisiones en la apariencia de realidad de nuestro mundo dedicada a todo el que desee desvelar y velar el conocimiento. Mención especial merecen dos libros dedicados a la Cábala, de autoría compartida con Mireia Valls: Presencia Viva de la Cábala (Libros dellnnombrable, Zaragoza, 2006) y La Cábala del Renacimiento -Nuevas Aperturas- (MTM editores, Barcelona, 2007) de los que destacamos un doble valor: el minucioso estudio histórico y el carácter antológico de fragmentos de obras de cabalistas ocultadas en nuestra lengua. Los datos arriba citados, a nuestro entender, resultan cruciales para una aproximación a la obra dramática de Federico González Frías. El primer encuentro de un servidor con este elemento aconteció en el estreno de oche de brujas, excelente obra dramática que recomiendo al lector de teatro avezado. En esta pieza ya destacaban dos elementos: su estructura ceremonial (que la emparenta con la tradición del teatro-opera primigenio en tierras egipcias, tanto como con el de Arrabal y el movimiento Pánico) y la doble dirección del contenido,
puesto que éste se articula con valor tanto para el actor como para el espectador. El mismo Federico ha mencionado en entrevistas
y en conversaciones particulares que su obra dramática somete a los actores a una catarsis, a un despertar, que, a su
vez, con la pieza en escena se traslada al espectador.