Tras una amplia y fértil trayectoria en el campo del fantástico, que le ha valido reconocimiento y lectores, Ángel Olgoso tiene el coraje de dar un volantazo inesperado a su prosa e internarse por territorios de hibridación y humor melancólico, con la libertad y maestría del que ya no necesita demostrar nada. Instalado en esa juventud que solo dan los años y la experiencia, para eso, para negarse a convertir el milagro en profesión, en lugar de repetirse o conformarse con lo logrado (bien podría, tiene derecho), Olgoso nos regala en Madera de deriva un modelo de cuento desabrochado y libre en el que no escatima los juegos con la Historia y la ciencia, la cita culta y oportuna ni la imaginación metaliteraria. Particularmente emotivo es su encuentro con un anciano y frágil Bioy Casares. O la evocación de Ribeyro. Se nota que Olgoso ha disfrutado y hace disfrutar al lector. Me pregunto si el grito tiene sintaxis, plantea uno de sus narradores: este libro es la respuesta. Eloy Tizón