Justine es una niña. Pero en su interior hay algo que no está bien. Sabe que ella realmente es un niño: la idea le viene claramente a la mente una vez que está jugando con sus compañeros en el patio. Tener que asumir esa condición va a ser más difícil para los demás que para ella, y los primeros que no parecen entender la compleja situación de Justine son sus padres. Justine pasa por las manos de muchos médicos y psicólogos, algunos de los cuales tampoco son sensibles a su problema; es más, todavía dificultan más la situación creando tensiones internas en ella. Afortunadamente, Justine, tras muchas penurias, consigue encontrar el equilibro que necesita. Estamos ante un cómic de estilo muy sencillo, como veis, casi infantil (la autora ha trabajado como ilustradora para editoriales juveniles), que usa animales antropomorfos como personajes y está narrado desde un punto de vista autobiográfico.