Ernst Spinell, asaltado por el tedio y la soledad, mira por la ventana cómo la lluvia cae sobre la Waltherplatz, en Bolzano, durante el otoño de 1909. Un poema del austríaco Rilke y un par de fotografías lo transportan a una lejana España, donde siete años atrás se convirtió en Ernesto. Ernesto, ingeniero de minas y poeta extremadamente modesto, comienza una segunda vida en un pequeño rincón de Andalucía, alejado de la monotonía de su pasado alemán. La música, los pozos mineros, la poesía y la rica historia de la región son algunos de los intereses que cruzan al ingeniero con diversos personajes que acentúan su encanto por aquella tierra siempre soleada, en la cual descubre el desgarrador canto de las tarantas, el ritual de la tauromaquia y una incipiente pasión por la arqueología. Es en aquellas mismas tierras, donde hace más de 2000 años Aníbal, el jefe militar cartaginés, conoció a Himilce—princesa íbera que devendría en su esposa—, que Ernesto conoce a María, una hermosa joven que cautiva al ingeniero con su belleza y fuerte personalidad. La aparición de múltiples piezas arqueológicas parece confirmar que la misma mina donde Ernesto trabaja, es la que Himilce le regaló a Aníbal después de casarse: ¿será María su propia Himilce? Con minucioso detallismo e investigación histórica —el autor aclara que la mayoría de los personajes de la novela fueron reales y que lo ficticio es su comportamiento, mas no su identidad —Miguel Vega nos invita a explorar las memorias del protagonista y descubrir los encantos de un pueblo minero de España de principios del siglo XX mientras devela, con exquisita prosa, las múltiples huidas del ingeniero Spinell.