Coto de caza nos lleva a una infancia donde los cuentos ya no tienen hilo ni moraleja. Los paisajes se van diluyendo, porque sólo están hechos de tiempo. El peligro nos acecha como en cualquier aventura de iniciación. La caza sigue el rastro de la pérdida, no hay presas que sirvan de trofeo a la memoria. Los sucesos se entrecortan hasta quedar aislados. Cada personaje extrae su trama de lo residual y enseguida empieza a desconocerse.