Abeba Anmut vivía al día, sin pensar en el mañana, porque mañana podría representar su último día de vida. Vivía en uno de los países más pobres del mundo y con una familia muy difícil donde dominaba la violencia, la guerra, el hambre y los golpes. Sin embargo, a los creadores de poemas como ella, les queda la esperanza, la resiliencia, las estrellas y un vestido tejido de sueños en el corazón como una rosa del desierto que brilla como una vida inesperada en un ambiente árido.