La serie de los ceros y los unos surgió como un experimento: escribir cada día y durante dos meses un texto que levantase acta del progreso de una novela. No se harían ni relecturas ni correcciones y se publicaría en internet, en uno de los blogs del autor y abierto a los comentarios de los lectores, que terminarían por convertirse en coprotagonistas de la obra. Lo que comenzó como una labor forzada, constrictiva y, por momentos, enojosa, se tornó en un ejercicio de libertad a medida que el Olmos narrador se fue zafando de la premisa autoimpuesta y dejó que el experimento tomase las riendas de su escritura. La mera crónica del proceso de novelar acabó abriéndose a una panorámica que incluye no solo el acto creativo sino todos los aspectos de la existencia y los pensamientos del escritor. El día a día, las labores caseras, las fiestas con amigos, los regalos, las lecturas, la intimidad, conviven con los entresijos del proceso de creación y las opiniones del autor, y convierten un material a priori mundano y carente de interés en literatura.