Si orientamos nuestras miradas hacia las noticias de actualidad o a la hemeroteca reciente, observamos un contexto de gran fluidez y desorden: guerras, pandemias, cambio climático, penuria alimentaria, pandemias, inestabilidad social y laboral, carestía de la vida e inflación, malestar urbano, angustia existencial, racismo, desigualdad, segregación de género, exclusión social, autoritarismo, son aspectos que marcan un itinerario de vulnerabilidad, constituyéndose enun rasgo social preocupante. El predominio del mercado en la vida económica, de la globalización y economías abiertas al mundo coincide con ideas que postulan el repliegue del Estado, cada vez más recortado en las funciones que tuvo en el pasado. En este número de la revista se reflexiona sobre algunos de los desafíos para la política social y la institucionalidad que el actual patrón de desarrollo ha colocado tanto a los ciudadanos, como al Estado y a la sociedad en general. Hace años los sociólogos Julia Varela y Fernando Álvarez Uría, colaboraban en Ábaco con un ensayo sobre la sociología de la desviación, nos hablaban de los sujetos frágiles y de los outsiders (ver su artículo en Ábaco no 10 primera época (1991) y en su libro en Paideia /FCE (1989), que hemos utilizado para titular este número de Ábaco, editado en una época de tiempos duros. Estos sujetos frágiles tienen diversas dimensiones. Al menos una dimensión antropológica, que afirma la condición de vulnerabilidad del ser humano en cuanto tal, y una dimensión social, generada por el medio o las condiciones de vida, dando lugar a espacios de vulnerabilidad y a poblaciones vulnerables. Una tónica de nuestra realidad social. La dimensión social nos conduce a hablar de las capacidades y el reconocimiento como elementos clave del vínculo entre los seres humanos que es fundamento de la obligación moral. Esta obligación es fundamentalmente de cuidado y solidaridad en el marco de la justicia. Para algunos autores el prosperar en la vida necesita de una nueva actitud, la de ser antifrágiles , concepto estrella del ensayista y financiero libanés/ norteamericano Nassim Taleb, que se considera a sí mismo como un empirista escéptico. Para Taleb esta antifragilidad sería una cualidad que va mucho más allá que la resiliencia, propone aprovechar las situaciones adversas para transformar la incertidumbre en oportunidad, una forma de presentarse ante una realidad altamente exigente. Frecuentemente se identifica la condición de pobreza de la gente con la fragilidad o la vulnerabilidad. Sin embargo, la inseguridad e indefensión que caracterizan a ésta no son necesariamente atribuibles a la insuficiencia de ingresos, propia a la pobreza. Existe preocupación por los mayores riesgos de los trabajadores en Europa, con índices altos de desocupación, consecuencia de los acelerados cambios tecnológicos y reestructuraciones productivas y según otros de la inflexibilidad de los mercados de trabajo. Todo ello explica seguramente el realismo de los gobernantes al calificar de duros y difíciles los tiempos actuales, más allá de la tragedia de las guerras o de los conflictos bélicos de baja intensidad en buena parte del planeta.