La oferta de pastelería artesana sin azúcar era, hasta hace bien poco, escasa y, a mi modo de ver, insatisfactoria. Consumidor y pastelero, caada uno desde su perspectiva particular, podíamos quejarnos del sabor del postre, y mucho más a menudo, de su textura, que no se solía parecer a las de las elaboraciones tradicionales con azúcar.
Mi concepto de la pastelería sin azúcar y mi experiencia en el obrador cambió cuando, preparando cursos para la Asociación de Diabéticos de Ferrolterra, conocí la existencia de un edulcorante que se emplea peso a peso con respecto al azúcar normal y permite obtener postres de extraordinaria calidad aptos para personas que, por razones de salud o de cualquier otro tipo, no puden consumir azúcar.