En el verano de 1998 el párroco de Yerro, Don Manuel, aparece muerto en mitad del bosque en extrañas circunstancias; su cuerpo, retorcido de forma antinatural, muestra todo tipo de mordeduras y arañazos, cubierto de inscripciones en latín. Aun así su rostro ofrece una curiosa expresión de serenidad. Este pequeño pueblo situado al borde de un acantilado de la costa asturiana, recibe la visita del Inspector Lopo, que acude a investigar el caso, pero los lugareños, hartos de turistas, no desean ser noticia por tan macabro suceso; les recuerda hechos de un pasado reciente que prefieren olvidar. Diego, Dani y Lucía, tres hermanos vecinos de Yerro, parecen empujados a intervenir en el caso ante la inquietante presencia en el pueblo de una joven mujer desfigurada con una trágica historia. Pero no tienen ni idea de lo que les espera.