Apenas adolescente descubrí el presente eterno que nos ofrece la poesía cuando la voz rotunda de Walt Whitman transformó la biblioteca del Instituto en una pradera salvaje; con García Lorca conocí el tesoro de leer al poeta en su lengua materna y el valor para escribir como quien dibuja sus latidos en un papel. Fue con este impulso como publiqué mi primer libro.
Ya en la madurez, me debatía entre la ilusión por ver reunidos mis poemas o rechazar toda pretensión poética y considerarlos como oraciones, de gratitud o para que algo hermoso suceda. La fuerza me vino de un texto de Oteiza, quien afirma que ya desde las cavernas, el Arte no es otra cosa que una trampa que el artista construye para obtener lo
esencial, la "caza" o lo que ésta simboliza, "el perdón y la gracia de los dioses".
La poesía de Rosa Barasoain nos lleva hilando palabras a la emoción que nace del amor, de la amistad, y de los encuentros vitales.
Cada poema rezuma afecto por aquello que le unió en un momento para siempre. Un árbol, un compartir, un cariño ... en un instante se creó una huella que Rosa dibuja en palabras, es la voz cantarina de sus versos, que resuena cautivante para quien se acerca atento.
Le gusta contar que así como el pintor de las cavernas primero hacía suyos, interiorizaba los rasgos del bisonte o cada detalle de la cabeza del caballo para pintados de un trazo, el poeta acoge los sentimientos muy adentro como el bosque a la lluvia, hacia las profundas raíces y más allá, para crear sin pretensiones, para volver a nacer, a veces tan sólo en un momento.