Editorial 3646. Una ciudad entre colinas. Hay ciudades cuya singularidad no sería reconocible sin la geografía de su emplazamiento. Donostia/San Sebastián lo fue hasta mediados del siglo XIX por su crecimiento al pie del monte Urgull, hasta que el derribo de sus murallas dio lugar al primer proyecto de Ensanche, limitado por las márgenes del Urumea, el comienzo de la bahía de La Concha y las faldas del monte Aiete. La ciudad, entonces, no miraba más allá, y su reconstrucción después del incendio de 1813, seguida de la propuesta de Ensanche de Cortázar de 1860, no era capaz de entender las posibilidades de su emplazamiento. Ni siquiera la modificación posterior del Ensanche por parte de Goicoa en 1881, prolongando y aprovechando la nueva fachada urbana del Urumea y creando la transición con la ciudad histórica a través del bulevar, fue capaz de ver la singularidad de su emplazamiento. Peine del viento: arte y territorio. San Sebastián es una ciudad cuya característica más personal -al margen de su belleza y de su orientación, abierta a la playa y al mar, recogida por los montes, respaldada por las cadenas montañosas- es no haber perdido la escala humana, ni en la Parte Vieja ni en el Ensanche, ni haber perdido el sentido cosmopolita de quien está siempre en la frontera. La obra del escultor Eduardo Chillida ha jugado también con el concepto de límite y con el concepto de escala. Frente al Peine del viento, al final del paseo de Ondarreta, en el extremo izquierdo de la bahía de La Concha mirando al mar, o a las otras obras colocadas en la caída del jardín de Miramar, en el centro de la bahía (Besarkada en homenaje a Rafael Balerdi en el Pico del Loro (Loretopea), o la estela para Fleming), o visitando después Chillida Leku podemos deducir, con nuestra propia vista: que toda obra de este escultor es monumental, aunque su tamaño sea pequeñísimo y no tenga el peso del hormigón, que lo monumental no depende del tamaño, sino de la energía interior, de la estructura formal, que sean las obras de Chillida enormes como sus aceros corten, sean diminutas como cualquiera de sus medallas, la escala en la que trabaja es siempre la escala humana. Las ideas de Chillida para sus obras colocadas en la naturaleza (arte y territorio), sea el Peine del Viento instalado en agosto de 1977 sea su último proyecto el de la montaña de Tindaya, se basan en el conocimiento de la estructura y del significado de la materia-tierra y de su relación con el cosmos.