Al igual que en un diario de viajero, Otto Rahn busca y encuentra en esta obra plena de revelaciones los rastros de un mundo pasado que, sin embargo, mantiene una vida actualidad. Por ella trascurren personajes heterodoxos y excluidos, perseguidos por el olvido, negados por los círculos académicos y difamados por su concepción religiosa. El autor ya había estudiado anteriormente la epopeya de los cátaros en 1930 cuando escribió Cruzada contra el Grial. En él identifica las leyendas medievales de la famosa copa sagrada y concretamente la obra de Wolfram von Eschenbach con los cátaros y señala que el Grial estuvo custodiado por los cátaros en la fortaleza que Eschenbach denomina Montsalvatsche, la que, según Rahn, no es otra que el mismo Montségur.
Eschenbach, en su libro Parzival, se refería al Mediodía francés de los cátaros y al tesoro que guardaban en la fortaleza de Montségur, aunque todo había sido explicado en un lenguaje abastracto y con los nombres geográficos y de las personas cambiados.
Éste es la gran mérito del estudioso alemán: descubrir que el Grial había sido custodiado por los cátaros en Montsegúr hasta su capitulación ante las fuerzas del Vaticano y que, la noche anterior a la rendición, cuatro caballeros perfectos consiguieron llevarlo a una caverna de las montañas del Sabarthés, en el Pirineo norte.