La figura de Agustín de Betancourt constituye un ejemplo de lo que fue la vida de aquellos que, en el siglo SVIII, optaron por participar en los avances traídos por el Siglo de las Luces. Dos revoluciones transformaban la entrada al siglo XIX: la Revolución Francesa y la Revolución Industrial. Las sociedades cambiaban por la entrada de nuevas ideas y nuevas tecnologías y Betancourt trató de llevar ambas de un confín a otro de Europa. Ninguna de las nuevas ingenierías que se estaban creando le fue ajena. Pocas figuras en los países avanzados en aquel momento, Francia, Inglaterra, España o Rusia abarcaron como él un conjunto tan amplio de actividades. Si en España fue el creador de la Escuela de Ingenieros de Caminos y el primer artífice de un sistema de comunicaciones por telegrafía óptica, en Rusia sus obras en San Petersburgo y Moscú sirvieron para la modernización del país. Pasados doscientos años de su muerte, su nombre se asienta como uno de los ingenieros que forjaron el desarrollo de Europa.