Galdós el escritor canario. De lo que no hay ni rastro en sus novelas es del sol ni de su patria: ni del sol, ni del suelo, ni de los horizontes: para Galdós, novelista, como si el mar se hubiera tragado las Afortunadas. Este poeta que ha cantado al mismísimo arroyo Abroñigal, y que se queda extasiado -yo lo he visto- ante el panorama que se observa desde las Vistillas; que cree grandioso el Guadarrama nevado (como D. Francisco Giner), jamás ha escrito nada que pueda hablarnos de los paisajes de su patria; no sueña con el sol de sus islas, a lo menos en sus libros. Jamás ha colocado la acción de sus novelas en su tierra, ni hay un solo episodio o digresión que allá nos lleve: es en este punto Galdós todo lo contrario que Pereda, su gran amigo, que se parece al Shah de Persia en lo de llevar siempre consigo tierra de su patria. Aun sin trasladar las Afortunadas a sus personajes, podría Galdós decirnos algo de las impresiones que conserva, como poeta que de fijo fue en sus soledades y contemplaciones de adolescente, de los paisajes de la patria: pero como es el escritor más opuesto, en todos sentidos, a lo que llamamos el lirismo, en la acepción más alta y psicológica; como en vez de hacer que sus personajes se le parezcan pone todos sus conatos en olvidarse de sí por ellos y ser, por momentos, lo que ellos son (siguiendo en esto el buen ejemplo de Dickens que hasta imitaba, ensayándose al espejo, las facciones y gestos de sus criaturas); no hay ocasión en ninguna de las obras de nuestro novelista para esos saltos de la fantasía por encima de los mares y de los recuerdos, Galdós, en suma, es en sus obras completamente peninsular. La patria de este artista es Madrid; lo es por adopción, por tendencia de su carácter estético, y hasta me parece, por agradecimiento. Él es el primer novelista de verdad, entre los modernos, que ha sacado de la corte de España un venero de observación y de materia romancesca, en el sentido propiamente realista, como tantos otros lo han sacado de París, por ejemplo, Es el primero y hasta ahora el único. A Madrid debe Galdós sus mejores cuadros, y muchas de sus mejores escenas y aun muchos de sus mejores personajes. Si los novelistas se dividieran como los predios, se podría decir que era nuestro autor novelista urbano. Leopoldo Alas Clarín