Ya no vuela mariposa sobre el brillo de su pelo. Ya se quebró nuestro anhelo de contemplarla animosa. I. Díez. Madre se fue, la agonía siguió en nuestro pecho herido como si hubiera partido a un lugar que no debía. Sabemos bien que quería en su vida candorosa cortar la última rosa de su jardín, primavera sabiendo que en la pradera ya no vuela mariposa. Qué solos nos encontramos, dale Tú la bienvenida Señor, y cierra la herida por la que todos sangramos. Su paso, que veneramos será ya nuestro consuelo y su recuerdo el anhelo de nuestros días de luz; qué bello aquel contraluz sobre el brillo de su pelo.